miércoles, 3 de abril de 2013

NUESTRAS ACCIONES HABLAN

Hoy una amiga, en el parque, mientras nuestros hijos jugaban, me comentaba que no sabe que hacer  para que su hija hable en un tono normal, que la niña es muy “gritona” y que por mucho que la corrige no hay manera.

Poco después, la niña, que se encontraba a unos diez metros de su madre gritó “¡Mamáááááá, quiero agua! Mi amiga, con cara de circunstancias, me miró y a continuación, doblando el volumen de voz de su hija le gritó “¿Pero cuantas veces tengo que decirte que no se habla gritando?” y se acercó con la botellita de agua hasta la niña gritando amenazas por el camino: ¡cómo me vuelvas a pedir el agua gritando te quedas sin beber! En ese momento, la niña que seguía con su juego, empujó a otro niño que se interponía en su camino subiendo por la escalera del tobogán, este empezó a llorar y mi amiga que en ese momento se disponía a darle el agua a su hija aprovechó para corregir de nuevo su mala conducta diciéndole “Laura, ¡ya está bien, eh!, pero … ¡¿por qué tienes que pegar, hija?!, ¿eso es lo que te enseñan en el cole?”, esto acompañado de un edificante palo en la mano.
Yo mientras me planteaba como iba a explicarle a mi amiga que a la niña no hacía falta que en el cole le enseñaran a gritar y a pegar, que ya tenía en casa una buena maestra.

A menudo, los padres, ponemos el grito en el cielo ante conductas que nos parecen intolerables en nuestros hijos, sin ser conscientes de que a menudo son una imitación de las nuestras, con las que somos mucho más condescendientes. Hasta tal punto actuamos desde la inconsciencia, que pretendemos enseñarles a no pegar diciéndoles que no peguen mientras les damos un palo o a no gritar gritándoles que no griten.

Ante estos mensajes contradictorios, nuestros hijos siempre elegirán lo que hacemos antes que lo que decimos, y no porque quieran llevarnos la contraria, sino por todo lo contrario.

¡Eduquémoslos!

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1 comentario:

  1. De estos casos, el que más me impactó --hace ya tiempo-- fue el de la madre que reñía a su hijo porque decía palabrotas: "¡Felipe,que te he dicho mil veces que no digas palabrotas, coño!"

    Para tomar conciencia de lo mucho que nos observan, solo hay que dejarlos hablar y escucharlos un rato. En mis hijos puedo reconocer hasta mis latiguillos, a veces. ¡Qué no será de mis actitudes!

    Coincido del todo con lo que dices.

    Saludos barceloneses y enhorabuena por el blog.
    :)
    Ligoakoma (alias Cecilia de Gonzalo, Micaela y Oriol)

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